Así como un cuadro, un edificio o una novela necesitan de una estructura, la música, para poder transmitir el mensaje que el creador deseé, ha de valerse de una forma que aglutine de manera coherente y dé sentido a la historia que nos cuenta la canción.

A lo largo de la historia de la música las formas musicales han ido transformándose, variando, mezclándose e influyéndose unas a las otras como si fuesen ríos, afluentes o arroyos que desembocan finalmente en una idea musical concreta. No sería descabellado pensar que hay tantas formas musicales como géneros. De hecho hay estructuras tan estancas que es difícil separarlas no solo del género sino incluso del componente armónico. Pensemos, por ejemplo, en el blues, origen de casi toda la música popular tal y como la conocemos actualmente. Su estructura de 12 compases está estrechamente unida a los grados armónicos de cada uno de ellos provocando un juego entre partes de menor tensión y partes de mayor tensión.

 

Como en el blues, encontramos infinidad de ejemplos de estructuras en la música clásica, en la música popular, en el jazz, en la música folclórica, etc. 

 

Algunos de los infinitos ejemplos que podríamos poner son: la forma Rondó ABACAD, donde A es una idea musical que se repite intercalando ideas contrastantes. Formas de música popular sin estribillo como la forma AABA, de 32 compases, en los que B, conocido como middle eight, es una parte completamente diferente de la canción, tan popular en los estándar de jazz y la música popular americana. Formas contemporáneas que encontramos en la estructura del pop, con miles de canciones que siguen una forma similar a esta: intro – estrofa – estribillo – estrofa – estribillo – puente o solo – estribillo final – outro. Estructura que es dominante en la música popular actual y a la que obviamente se le pueden añadir diferentes partes en función de lo que queramos contar (pre estribillos, post estribillos, codas, etc). Esto son solo algunos ejemplos de infinidad de formas musicales que existen, algunas ya en desuso y otras con una popularidad extraordinaria a día de hoy. 

 

En la música electrónica, la estructura, como no podría ser de otra manera, es parte fundamental de la tarea compositiva. Como idea general podemos pensar que estructurar no es otra cosa que organizar los momentos de mayor previsibilidad y repetición y los momentos de mayor imprevisibilidad y tensión para crear una idea coherente donde a lo largo de la canción podemos o no encontrar un climax.

 

Hay estilos electrónicos con una fuerte dependencia estructural, como el EDM con su juego de build ups, drops y breakdonws pero hay otros estilos mucho más ilbres, como el IDM o el techno más vanguardista donde la estructura es mucho más libre e improvisatoria. En este último caso, que particularmente me atrae mucho, suele tratarse de temas relativamente extensos, pensados para el baile, normalmente improvisando durante la grabación con parámetros de sintetizadores y cajas de ritmo que añaden o quitan tensión en estructuras altamente hipnóticas. Muy similar a lo que ocurre en músicas ceremoniosas que buscan el trance o la curación espiritual de la comunidad en las culturas africanas, americanas o asiáticas, donde los elementos rítmicos y la repetición toman la voz cantante frente a ideas musicales más concretas y contrastantes como en el caso del rock o del pop. 

 

En la composición de música electrónica es muy común trabajar con loops de 4 u 8 compases. ¿A qué productor no le ha pasado tener un loop de 8 compases con el que está relativamente satisfecho y sin embargo no es capaz de crear una canción completa por un estancamiento creativo? Estos proyectos que antes o después suele terminar olvidados en una carpeta o incluso en la papelera de nuestro ordenador pueden ser convertidos en canciones. Es precisamente ahí donde un conocimiento profundo de diferentes maneras de estructurar una idea nos va a ayudar a salir del bucle. Obviamente no se entiende una canción sin su estructura pero esta está estrechamente ligada, como deciamos anteriormente a la armonía, a las ideas melódicas pero también a la instrumentación, timbres, textura, arreglos finales, género, letra o ausencia de la misma… Al final una composición musical es la suma de elementos sonoros organizados desde lo más esencial (una mera nota musical) hasta el desarrollo de una idea global convertida en canción. 
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